Una fe nominal en Cristo, que le acepta simplemente como Salvador del
mundo, no puede traer sanidad al alma. La fe salvadora no es un mero
asentimiento intelectual a la verdad. El que aguarda hasta tener un
conocimiento completo antes de querer ejercer fe, no puede recibir bendición de
Dios. No es suficiente creer acerca de Cristo; debemos creer en él. La única fe
que nos beneficiará es la que le
acepta a él como Salvador personal; que nos pone en posesión de sus méritos.
Muchos estiman que la fe es una opinión. La fe salvadora es una transacción por
la cual los que reciben a Cristo se unen con Dios mediante un pacto. La fe
genuina es vida. Una fe viva significa un aumento de vigor, una confianza
implícita por la cual el alma llega a ser una potencia vencedora (El Deseado de
todas las gentes, pp. 312, 313). E.G.W.
La fe, la fe salvadora... es el acto del alma por el cual el ser entero es entregado a la custodia y la dirección de Jesucristo. El mora en Cristo y Cristo mora en el alma por la fe suprema. El creyente confía su alma y su cuerpo a Dios, y puede decir con certeza: Cristo puede guardar lo que yo le he confiado para aquel día. Todos los que hagan esto serán salvados para vida eterna. Habrá una seguridad de que el alma está lavada en la sangre de Cristo y vestida de su justicia, y es preciosa a la vista de Jesús. Recuerde que el ejercicio de la fe es el único medio de preservarla. Si Ud. se queda sentado siempre en una misma posición, sin moverse, sus músculos perderán su fuerza y sus miembros la capacidad de moverse. Lo mismo ocurre en cuanto a su experiencia religiosa. Debe tener fe en las promesas de Dios... La fe se perfeccionará en el ejercicio y en la actividad (En lugares celestiales, p. 104). E.G.W.
Es importante que entendamos claramente la naturaleza de la fe. Hay muchos que creen que Cristo es el Salvador del mundo, que el evangelio es real y que revela el plan de salvación, y sin embargo no poseen fe salvadora. Están intelectualmente convencidos de la verdad, pero esto no es suficiente; para ser justificado, el pecador debe tener esa fe que se apropia de los méritos de Cristo para su propia alma. Leemos que los demonios “creen y tiemblan”, pero su creencia no les proporciona justificación, ni tampoco la creencia de los que asienten en forma meramente intelectual a las verdades de la Biblia recibirán los beneficios de la salvación. Esa creencia no alcanza el punto vital, porque la verdad no compromete el corazón ni transforma el carácter. E.G.W.
En la fe genuina y salvadora hay confianza en Dios por creer en el gran sacrificio expiatorio hecho por el Hijo de Dios en el Calvario. En Cristo, el creyente justificado contempla su única esperanza y su único Libertador. Puede existir una creencia sin confianza; pero la confianza no puede existir sin fe. Todo pecador traído al conocimiento del poder salvador de Cristo, manifestará esta confianza en grado creciente a medida que avanza en experiencia (Mensajes selectos, tomo 3, p. 218). E.G.W.
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