"Porque fuerte es como la
muerte el amor" (Cantares 8:6)
Aunque son dos elementos opuestos
y contradictorios, la muerte y el amor tienen tal vez una sola similitud; lo
irrefutable y contundente de su naturaleza. Nada puede hacerse ante la muerte.
Ninguna solución, desde el punto de vista humano. Ante la certidumbre de la
muerte, el médico deja de administrar los auxilios requeridos y desconecta los
aparatos de sostenimiento de la vida en la sala del hospital. Ante la muerte,
nos resignamos a abandonar el cuerpo del ser amado varios metros bajo tierra.
No puede hacerse nada más.
Pero el amor es también de
naturaleza absoluta e irrefutable. Por amor fueron creados los mundos y por
amor se sostienen en sus órbitas. El amor creó y el amor redimió, cuando un
enemigo quiso arrebatar lo creado. El amor descendió y se humilló al nivel de
sus criaturas, ya mancilladas y vueltas en rebelión contra Él. Y el amor
restaurará sin que nada ni nadie se lo impida, sin que se pueda hacer otra
cosa. Pero no en forma resignada y sufrida como cuando se acepta la certidumbre
de la muerte, sino gozosa y gloriosamente cuando la fe se vuelva substancia y
demostración visible y palpable del poder del amor.
A la postre el símil se volverá
insuficiente y caduco. No se dirá más que el amor es tan fuerte como la muerte,
porque ésta será vencida por aquél. El amor vencerá a la muerte. Y nada podrá
detenerlo. "Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los
ríos" vers 7. "La muerte no será más (Apocalipsis 21:4).
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