"Quédate con nosotros, porque se hace tarde, el día ya ha declinado" (Lucas 24: 29).
La invitación sincera y literal de los discípulos es tan bella y espontánea, que ha inspirado hermosos poemas y aplicaciones retóricas. Se ha convertido con el tiempo en una metáfora del corazón que anhela la compañía dulce e íntima del Salvador en la cámara interior del alma. Pero los discípulos lo invitaron no tanto para beneficiarse ellos, aun cuando la bendición fue sublime. Su primera intención fue proveerle acomodo y protegerlo, como viajero, de las eventualidades de la noche. Estaban cumpliendo espontáneamente y con toda sinceridad con la preciosa ley oriental de la hospitalidad, de la que guarda tan admirables ejemplos la Biblia.
Y la bendición no se hizo esperar. El versículo 30 es maravilloso. Cuenta que tomó el pan, lo partió y les dio de él. Otra hermosa metáfora. Ya Jesús se había identificado como el "Pan de vida", y en la última cena se había explayado en la explicación de ese símbolo que sería partido, como su cuerpo. Otra vez había dicho que el que no comiera su cuerpo, no podía ser llamado su discípulo, aludiendo al pan de vida, su Palabra, que había de comerse y digerirse hasta hacerla parte de los nervios y músculos espirituales de la persona.
Y los discípulos fueron alimentados esa noche. Recibieron una recompensa inestimable y única al brindarle un lugar de reposo dentro de su estancia. Y la historia se repite una y mil veces, cada vez que el corazón humilde le abre la puerta al Salvador, para que habite por la fe en su corazón. Jesús inmediatamente comenzará o reanudará su obra. Partirá el pan y lo dará a comer y afianzará la fe del creyente en su salvación, como en los discípulos cuyo corazón "ardía mientras 'nos hablaba... y nos abría las Escrituras" (vers. 32). "Quédate con nosotros" es el ruego en el ocaso de la historia de este mundo, cuando "se hace tarde" y las sombras avanzan por doquier.
Comentarios Adicionales
Cada vez que literalmente una persona acoge en el seno de su hogar a un representante de Dios, aun sin reconocerlo, la bendición es sobre abundante. A veces les ha tocado a los seres humanos acoger en su hogar al mismo Dios.
Algunos otros personajes bíblicos que gozaron el privilegio:
- La viuda de Sarepta
- La sunamita
- Abrahán
- Lot
- Gedeón
El grupo de todos los discípulos de Jesús Pero el privilegio es para todos. Apocalipsis dice a quienes acepten la cita con el Salvador en el seno mismo de su corazón: "He aquí yo estoy a la puerta y llamo... entraré a él y cenaré con él y él conmigo" (3:20).
"En todas sus fiestas los israelitas admitían al pobre, al extranjero y al levita... A todos se les consideraba como huéspedes del pueblo, para compartir la hospitalidad en todas las festividades sociales y religiosas y ser atendidos con cariño en casos de enfermedad o penuria. A personas como ésas debemos dar buena acogida en nuestras casas. ¡Cuánto podría hacer semejante acogida para alegrar y alentar al enfermero misionero o al maestro, a la madre cargada de cuidados y de duro trabajo, o a las personas débiles y ancianas que viven tan a menudo sin familia, luchando con la pobreza y el desaliento... El calor de la bienvenida, un asiento al amor de la lumbre, y uno también a vuestra mesa, el privilegio de compartir la bendición del culto de familia, serían para muchos como vislumbres del cielo" (El hogar adventista, pp. 407 y 408).
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