Para ampliar más acerca de
los artículos publicados anteriormente quisiéramos en ésta oportunidad analizar
varios textos muy interesantes del Antiguo Testamento que hablan acerca de los
libros en el cielo.
El primer texto lo encontramos
en Éxodo 32-31-33. Para situarnos en el marco de éste texto, al pie del monte Sinaí
el pueblo de Israel había pecado grandemente contra Dios, habían hecho un
becerro de oro y lo habían adorado, en consecuencia Moisés destruyó las tablas de
la Ley Eterna de Dios. Este pecado, por supuesto enojó a Dios y Moisés se
ofreció a ser mediador entre el pueblo y Dios. Moisés pidió a Dios que
perdonara al pueblo y el pecado que había cometido, un pueblo duro que venía de
muchos años de esclavitud y que había presenciado muchas veces la idolatría en
Egipto.
Este pueblo había sido
testigo presencial de las grandes maravillas que Dios hizo en su favor para
liberarlos y aun así al pie del monte Sinaí le dieron la espalda y adoraron un ídolo
de oro. Así también nosotros en ocasiones hacemos lo mismo, Dios nos bendice
mucho y nos rodea de maravillas y somos
desobedientes y le damos la espalda.
El texto dice: “Entonces
volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran
pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si
no, ráeme ahora de tu libro que has escrito. Y Jehová respondió a Moisés: Al
que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro”.
Aquí nos encontramos algo
muy interesante, para éste tiempo ya existía un libro y tenía escrito el nombre
de Moisés, y a la persona que comete pecado Dios tiene la potestad de borrar su
nombre del libro.
El siguiente texto es Salmo
56:8: “Mis huidas tú has contado; pon mis lágrimas en tu redoma; ¿No están
ellas en tu libro? Este texto nos enseña que en estos libros de Dios están
consignados detalles tan íntimos de nosotros como las lágrimas que derramamos y
además las causas que provocaron esas lágrimas.
Analizamos el siguiente
texto que se encuentra en el mismo libro, Salmos 69:27-28; “Pon maldad sobre su
maldad, Y no entren en tu justicia. Sean raídos del libro de los vivientes, Y
no sean escritos entre los justos". Aquí ya se nos detalla el nombre del libro
en donde estaba anotado el nombre de Moisés el cual es “El Libro de los
Vivientes”, algunas otras versiones lo llaman “El Libro de la Vida”, y aquí David
le pide a Dios que borre a los malvados de ese libro, por consiguiente los
anotados en éste libro son los justos… ¿Cuáles justos? Los que han entrado en
la justicia de Cristo. Explicaremos esto y con más detalle en el siguiente artículo.
Salmo 139: 13-16: “Porque tú
formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré;
porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo
sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui
formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus
ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego
formadas, sin faltar una de ellas”.
Mientras nos estamos
formando en el vientre ya el Señor sabe cuáles serán nuestras características físicas
y están registradas fidedignamente en los libros, sin faltar detalle. Esto
quiere decir que antes de ser formados Dios ya sabe cómo seremos; nuestro color
de piel, ojos y cabello; nuestra contextura física; el lugar, fecha y hora de
nacimiento; el nombre de nuestros padres, etc.
En resumen:
Existen varios libros en el
cielo, donde están anotados los nombres de los justos, uno se llama “El Libro
de la Vida”, Dios tiene la potestad de borrar los nombres anotados ahí. Además
se registra lo bueno y malo que hacemos, las cosas buenas que dejamos de hacer,
nuestros buenos o malos pensamientos y nuestras alegrías y tristezas.
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