lunes, 29 de septiembre de 2014

VELAR Y ESTAR PREPARADOS

“Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas éstas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:36).

Al considerar el poco tiempo que nos queda, debiéramos velar y orar como pueblo, y en ningún caso dejarnos distraer de la solemne obra de preparación para el gran acontecimiento que nos espera. Porque el tiempo se alarga aparentemente, muchos se han vuelto descuidados e indiferentes acerca de sus palabras y acciones. No comprenden su peligro, y no ven ni entienden la misericordia de nuestro Dios al prolongar el tiempo de gracia a fin de que tengan oportunidad de adquirir un carácter digno de la vida futura e inmortal. Cada momento es del más alto valor. Se les concede tiempo, no para que lo dediquen a estudiar sus propias comodidades y a transformarse en moradores de la tierra, sino para que lo empleen en la obra de vencer todo defecto de su carácter, y en ayudar a otros por su ejemplo y esfuerzo personal, a ver la belleza de la santidad. Dios tiene en la tierra un pueblo que con fe y santa esperanza está siguiendo el rollo de la profecía que rápidamente se cumple, y cuyos miembros están tratando de purificar sus almas obedeciendo a la verdad, a fin de no ser hallados sin manto de boda cuando Cristo aparezca… Las señales predichas en la profecía se están cumpliendo rápidamente en derredor nuestro. Esto debe inducir a todo aquel que sigue verdaderamente a Cristo a actuar con celo (Exaltad a Jesús, p. 345). E.G.W.

“Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis” (Mateo 24:44).

Somos incapaces de mirar al futuro, que a menudo nos causa inquietud e infelicidad. Pero una de las mayores evidencias que tenemos de la benevolencia de Dios es su ocultación de los acontecimientos del mañana. Nuestra ignorancia del futuro nos hace más vigilantes y fervientes hoy. No podemos ver lo que nos espera. Nuestros planes mejor trazados a veces parecen insensatos y defectuosos. Pensamos: “¡Si tan solo conociéramos el futuro!” Pero Dios quiere que sus hijos confíen en él, y estén listos para ir donde él los conduzca. No sabemos el tiempo preciso cuando nuestro Señor se manifestará en las nubes de los cielos, pero él nos ha dicho que nuestra única seguridad está en estar preparados constantemente, velando y esperando. Sea que tengamos por delante un año, o cinco, o diez, debemos ser fíeles hoy a nuestra creencia. Debemos realizar los deberes diarios tan fielmente como si fuera el último día que vivimos. E.G.W.

No estamos cumpliendo la voluntad divina si esperamos ociosamente. A cada uno ha dado su obra, y espera que cada uno cumpla fielmente su parte… Como nunca antes, hay que resistir contra el pecado, contra los poderes de las tinieblas. El tiempo exige una actividad enérgica y decidida de parte de los que creen la verdad presente. Deberían enseñarla por precepto y ejemplo. E.G.W.


Si parece larga la espera de nuestro Libertador, si nos sentimos impacientes por la terminación de nuestra comisión, afligidos y cansados, recordemos… que Dios nos ha puesto en el mundo para enfrentar tormentas y conflictos, para perfeccionar el carácter cristiano, para familiarizamos mejor con Dios nuestro Padre y Cristo nuestro Hermano mayor, y para trabajar por el Maestro en la ganancia de muchas almas para Cristo, para escuchar llenos de gozo las palabras: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:23) (A fin de conocerle, p. 360). E.G.W.

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