“Velad, pues, en todo tiempo
orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas éstas cosas que
vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:36).
Al considerar el poco tiempo que
nos queda, debiéramos velar y orar como pueblo, y en ningún caso dejarnos
distraer de la solemne obra de preparación para el gran acontecimiento que nos
espera. Porque el tiempo se alarga aparentemente, muchos se han vuelto
descuidados e indiferentes acerca de sus palabras y acciones. No comprenden su
peligro, y no ven ni entienden la misericordia de nuestro Dios al prolongar el
tiempo de gracia a fin de que tengan oportunidad de adquirir un carácter digno
de la vida futura e inmortal. Cada momento es del más alto valor. Se les
concede tiempo, no para que lo dediquen a estudiar sus propias comodidades y a
transformarse en moradores de la tierra, sino para que lo empleen en la obra de
vencer todo defecto de su carácter, y en ayudar a otros por su ejemplo y
esfuerzo personal, a ver la belleza de la santidad. Dios tiene en la tierra un
pueblo que con fe y santa esperanza está siguiendo el rollo de la profecía que
rápidamente se cumple, y cuyos miembros están tratando de purificar sus almas
obedeciendo a la verdad, a fin de no ser hallados sin manto de boda cuando
Cristo aparezca… Las señales predichas en la profecía se están cumpliendo
rápidamente en derredor nuestro. Esto debe inducir a todo aquel que sigue
verdaderamente a Cristo a actuar con celo (Exaltad a Jesús, p. 345). E.G.W.
“Por tanto, también vosotros estad
preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis” (Mateo
24:44).
Somos incapaces de mirar al
futuro, que a menudo nos causa inquietud e infelicidad. Pero una de las mayores
evidencias que tenemos de la benevolencia de Dios es su ocultación de los
acontecimientos del mañana. Nuestra ignorancia del futuro nos hace más
vigilantes y fervientes hoy. No podemos ver lo que nos espera. Nuestros planes
mejor trazados a veces parecen insensatos y defectuosos. Pensamos: “¡Si tan
solo conociéramos el futuro!” Pero Dios quiere que sus hijos confíen en él, y
estén listos para ir donde él los conduzca. No sabemos el tiempo preciso cuando
nuestro Señor se manifestará en las nubes de los cielos, pero él nos ha dicho
que nuestra única seguridad está en estar preparados constantemente, velando y
esperando. Sea que tengamos por delante un año, o cinco, o diez, debemos ser
fíeles hoy a nuestra creencia. Debemos realizar los deberes diarios tan
fielmente como si fuera el último día que vivimos. E.G.W.
No estamos cumpliendo la voluntad
divina si esperamos ociosamente. A cada uno ha dado su obra, y espera que cada
uno cumpla fielmente su parte… Como nunca antes, hay que resistir contra el
pecado, contra los poderes de las tinieblas. El tiempo exige una actividad
enérgica y decidida de parte de los que creen la verdad presente. Deberían
enseñarla por precepto y ejemplo. E.G.W.
Si parece larga la espera de
nuestro Libertador, si nos sentimos impacientes por la terminación de nuestra
comisión, afligidos y cansados, recordemos… que Dios nos ha puesto en el mundo
para enfrentar tormentas y conflictos, para perfeccionar el carácter cristiano,
para familiarizamos mejor con Dios nuestro Padre y Cristo nuestro Hermano
mayor, y para trabajar por el Maestro en la ganancia de muchas almas para
Cristo, para escuchar llenos de gozo las palabras: “Bien, buen siervo y fiel;
sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”
(Mateo 25:23) (A fin de conocerle, p. 360). E.G.W.
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