lunes, 8 de junio de 2015

CONFIANZA ABSOLUTA

"En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno" (Job 1:22). 

Entre las calamidades que azotaron a Job en forma tan dramática e intempestiva, hay dos grandes e insufribles pérdidas temidas por la mayoría de los seres humanos: la pérdida de los seres amados y la pérdida de las posesiones materiales. En el caso de Job eran absolutas y devastadoras. No se trataba de una propiedad aquí o allá, o de la muerte de uno de los hijos. La tragedia barrió con todo. Pero la confianza de Job en Dios era tanta, que no le atribuyó a él el origen de tal calamidad ni lo culpó de la misma. No reaccionó corno la mayoría de los seres humanos que ante la tragedia inmediatamente preguntan, "¿por qué, Dios mío?" 

La comunión con Dios de que gozaba Job lo hizo confiar en la sabiduría divina y sus planes incomprensibles y, no solamente se conformó con su dura suerte, sino que alabó a Dios en aquello que no comprendía, aunque sufría intensamente: "Jehová dio y Jehová quitó. Sea el nombre de Jehová bendito" (vers. 21). Y no se equivocaba. Aunque no tenia la ventaja de contar con la información proporcionada en la introducción al terrible drama, develada en los versículos 6 al 12, ya conocía el carácter de Dios "de oídas" (Job 42:6); por lo tanto, no le atribuyó a Dios "despropósito alguno". 

Aunque se tiende a acusar a Job de haber reclamado a Dios por la dura prueba, el contexto indica que su defensa respondía directamente a las acusaciones de sus enemigos y no necesariamente iba contra Dios. Aun en el peldaño más molesto de la prueba, cuando sufría en su propio cuerpo el azote del maligno en forma de enfermedad  y angustiosa incomodidad, además de la insufrible acusación de quienes se decían sus amigos, exclamó vehementemente: "Aunque me matare, en él esperaré".¡Tal era su confianza en la sabiduría y misericordia divinas!. Como espectadores y conocedores del contexto que enmarca ésta historia, quisiéramos durante su transcurso revelarle el secreto que conocemos, gritarle la verdad, consolarlo con la seguridad de que todo es obra del enemigo y que Dios no le permitirá al tal darle más de lo que puede resistir, ni tomar su vida (Job 2:6). Y sin embargo, a veces olvidamos éste contexto en relación con nuestras propias tregedias y dificultades; desconfiamos de la sabiduría y el amor divinos y le atribuimos aquello que es obra directa y maliciosa del gran enemigo. La promesa no es solamente para Job , Dios ciertamente guardará nuestra vida, la vida que solo podemos conservar en él: la vida eterna, independientemente de los azotes temporales afligidos por el enemigo en éste mundo del que se jacta de ser el dueño. 

Quienes han gustado de la intervención divina en su vida, pueden usar esas experiencias en sus momentos de desánimo y decir: "Aquí me ayudó Dios". Si contemplamos diariamente a Jesús y mantenemos fresca en nuestra mente la imagen de su carácter irreprochable y de amor y sacrificio por nosotros, no tendremos mayor dificultad en reconocer quién es el propiciador de las malas experiencias en la vida y en no atribuirle a Dios "despropósito alguno". 

Los deberes son nuestros ; los eventos, de Dios. Cuando nuestra fe se entromete con los eventos y al atribuirlos a la providenciacia de Dios, comenzamos a decirle: ¿Cómo has hecho esto o lo otro?", nos colocamos en mal terreno. No tenemos nada que hacer allí. Nuestra parte es dejar que el Todopoderoso ejerza criterio y dirija el barco. No hay nada más que hacer, excepto ver cómo podemos ser aprobados por él y cómo depositar el peso de nuestra débil alma ante él, quien es el Dios Omnipotente. Y cuando de esta manera (aparentemente) cometamos errores, no será nuestra culpa, ni nuestra cruz" Samuel Rutherford. Citado por Ruth Bell Graham en Prodigals and Those Who Love Them, Focus on the Familiy Publishing, p. 106. 

RADIO LÁMPARA A MIS PIES
Únete a nuestra comunidad en Facebook, búscanos como Lámpara A Mis Pies


Escúchanos en:


No hay comentarios:

Publicar un comentario