"Este hombre comenzó a edificar y no pudo acabar" (Lucas 14:30).
Así decían del hombre que en la parábola de Jesús se propuso hacer una torre, pero no tomó en cuenta lo que costaría hasta sus últimas consecuencias. Pero en su más amplia aplicación, ésta parábola no se refiere simplemente a falta de recursos monetarios, que serían los más obvios. Cuando Jesús usó esta breve ilustración se refería más bien a la edificación de la experiencia cristiana sin tomar en cuenta la decisión de la entrega completa, de la abnegación y el sacrificio, aun de la propia vida, si fuese necesario.
La verdad del evangelio, cuando penetra en el corazón con toda su belleza y exaltación, induce a la entrega. Esa es la primera reacción del corazón tocado por el Espíritu. Pero nunca es una fuerza ciega que obliga a la persona a actuar más allá de su razón, o de su deseo y voluntad. La entrega a Cristo es siempre voluntaria y hay siempre un momento en que se decide abandonar el pecado y la vida de complacencia propia, para agradar solamente a Dios, cueste lo que costare. En tiempos de Jesús, la entrega significaba dejar alguna cosa, abandonar algo y tal vez todo lo que estorbara la relación y la perfecta convivencia con un Dios lleno de amor hacia sus criaturas, pero santo y perfecto en su carácter y obras. Hoy no es de ninguna manera diferente. Todavía las palabras del versículo 27 que anteceden a la parábola cobran el mismo significado: "Y cualquiera que no trae su cruz, y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo". En otras palabras, el que comienza "la torre" debe considerar que los ladrillos en sus paredes serán cocidos en el horno de fuego del dolor y del sacrificio, alineados conforme al modelo de su ley y sustentados con la mezcla del amor cristiano y las muchas virtudes que de él se derivan.
"Porque, ¿cuál de vosotros, queriendo edificar una torre, no cuenta primero sentado los gastos, si tiene lo que necesita para acabarla?" (Lucas 14:28). Y debe estar seguro de calcular mucho más de lo que los constructores le dirán que cuesta. Debe comparar el gasto con lo que tiene en su bolsillo, a menos que quiera exponerse a las burlas por comenzar a edificar y no ser capaz de terminarlo.
1. Todos los que emprenden la profesión cristiana se comprometen en la edificación de una torre, no como la torre de Babel, en opuesta intención al Cielo, por lo cual quedó sin terminarse; sino más bien una en obediencia al Cielo, la cual será terminada hasta en su último detalle. Comience en el nivel más bajo y coloque los cimientos lo más profundamente posible. Edifíquela en la roca y asegúrese de que la construcción vaya bien. Entonces proyéctela tan alto como el cielo.
2. Cualquiera que desea construir una torre debe sentarse y considerar el costo. Considere qué le costará la mortificación de sus pecados y aun los placeres más disfrutados; le costará una vida de abnegación y de velar constante; una vida de continuo cumplimiento de los deberes sagrados. Tal vez hasta le cueste su reputación entre los hombres, sus propiedades y libertades y todo lo que le sea precioso en este mundo, aun la vida misma. Y si eso nos costara a todos, ¿qué es eso en comparación con lo que le costó a Cristo comprarnos las ventajas de la salvación que adquirimos sin dinero y sin precio?
3. Muchos que comienzan a construir su torre no perseveran en ello y esa es su necedad; carecen de valor y resolución, no tienen principios fijos y bien enraizados, y no hacen nada. Es verdad, ninguno de nosotros es suficiente en sí mismo para terminar esta torre, pero Cristo ha dicho: "Bástate mi gracia" y nunca nos faltará esa gracia si la procuramos y hacemos uso de ella.
4. Los que comenzaron la senda cristiana y la abandonaron pierden las cosas que habían ganado (2 Juan 8), y todo lo que habían hecho y sufrido será en vano (Gálatas 3: 4).
Como discípulos de Cristo, todos tienen que librar la guerra cristiana. No menosprecie nadie la fuerza del enemigo. Aunque las probabilidades estén en su contra, todos deben esforzarse porque, a pesar de todas las desventajas, todavía cuentan con los medios para mantenerse en la lucha y alcanzar la victoria. Hagan lo mejor que puedan en esas terribles circunstancias". —Alford Stier.
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