jueves, 4 de junio de 2015

LA GRANDEZA DE LA HUMILDAD

"¿Quién será este niño? (Lucas 1:66).

Sobrenaturales fueron todas las circunstancias que rodearon el nacimiento del precursor del Mesías. Seguramente Dios quería llamar la atención de la gente y levantar la expectativa a fin de que su mensaje fuera más ampliamente recibido. ¿Quién era este niño? Zacarías, su padre, arrebatado por el don profético, lo explicó claramente. Sería el precursor del Mesías. que le prepararía el camino. Pero el "texto" de tal profecía, como aparece en los versículos 68 al 79, es sumamente lacónico en sus referencias a Juan el Bautista. Todo su fervor y exaltación profética se refieren a Aquel del cual sería precursor. Es el mensaje evangélico en una concentrada cápsula que traza el pacto de amor y misericordia con su pueblo, de un Dios que cumple todas sus promesas. 

Todo es singular en la vida de Juan: desde su concepción, las circunstancias en torno a su nombre y los mensajes proféticos en torno a su obra. También su crianza peculiar. Pero en todos ellos se destaca la noción de que, grande como es, es solamente un precursor, un embajador que va haciendo expedito el camino para la llegada del gran Rey. Y Juan lo comprendió muy bien. Es proverbial su espíritu abnegado y la manera como se conformó a los designios divinos. La suya no era simplemente una convicción, era también un modo de vida y una adecuación de su espíritu humilde, santificado por el poder del Espíritu Santo que obraba en él tan delicada gracia. Y los que cooperan con Dios para hacer expedito su retorno a esta tierra, no pueden hacer nada menos. Aun cuando el Señor elija hacer grandes milagros a través de ellos y los use poderosamente, su grandeza se deriva del mensaje que predican y del Señor a quien anuncian. Y cuando el mundo se pregunte "¿quién será este...?" la mirada será dirigida a Aquel otro que viene prestamente en las nubes de los cielos para hacer culminar gloriosamente su obra redentora. 

"Mirando, con fe al Redentor, Juan se elevó a la altura de la abnegación. No trató de atraer a los hombres a sí mismo, sino de elevar sus pensamientos siempre más alto hasta que se fijaran en el Cordero de Dios. Él mismo había sido tan sólo una voz, un clamor en el desierto. Ahora aceptaba con gozo el silencio y la oscuridad a fin de que los ojos de todos pudieran dirigirse a la Luz de la vida". El Deseado de todas las gentes, p. 151. 

"Juan era grande a la vista del Señor cuando, delante de los mensajeros del Sanedrín, delante de la gente y de sus propios discípulos, no buscó honra para sí mismo, sino que a todos indicó a Jesús como el Prometido. Su abnegado gozo en el ministerio de Cristo presenta el más alto tipo de nobleza que se haya revelado en el hombre". El deseado de todas las gentes, pp. 191, 192.

"Jesús, resplandor de la .gloria de su Padre, 'no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo´. Consintió en pasar por todas las experiencias humildes de la vida y en andar entre los hijos de los hombres, no como un rey que exigiera homenaje, sino no como quien tenía por misión servir a los demás. No había en su conducta mancha de fanatismo intolerante ni de austeridad indiferente. El Redentor del mundo era de una naturaleza muy superior a la de un ángel, pero unidas a su majestad divina, había mansedumbre y humildad que atraían a otros hacia él". El discurso maestro de Jesucristo, pp. 17, 18.

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