El cristiano sincero libra una
gran lucha a diario para ganar la salvación y es que aparte del maravilloso
regalo de la vida eterna, ya estamos cansados de éste mundo enfermo, queremos
dejar de ver muerte, terribles enfermedades, odio de hermano contra hermano,
queremos dejar de ver cómo las drogas están destruyendo a nuestra juventud,
cómo personas se enriquecen a costa de las necesidades de los pobres y tantas y
tantas injusticias que vemos a diario y que desgraciadamente ya nos estamos
acostumbrando a ello. Además queremos ser partícipes de las maravillosas cosas
que nos esperan en el cielo. Ya lo dijo el apóstol en 1 de Corintios 2:9:
“Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han
subido en corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le
aman”.
Quiere decir que nuestros
sentidos e imaginación no nos permiten siquiera vislumbrar en lo más mínimo lo
que Dios nos tiene preparado en el cielo. Dios fue muy bondadoso al darnos pinceladas
de todo lo que nos dará en el cielo y en la nueva tierra, pero más allá de eso,
sin lugar a dudas lo que todos deseamos es ver a nuestro Dios que tanto nos ha
ayudado y ha hecho para que nosotros logremos la victoria. Verlo a la cara,
tocar sus ropas, sus manos, escuchar su voz, es lo que añoramos ver algún día. Requisito
fundamental para esto es estar escritos en el libro de la vida del cordero,
según leemos en Apocalipsis 21:27.
Toda persona que cree en Cristo,
tiene dos cosas registradas en los libros del cielo, llegará el día que alguna
de éstas dos cosas serán borradas, o nuestro nombre o nuestras buenas o malas
acciones. ¿Qué elegimos, uno u otro? Si borran nuestro nombre estamos perdidos,
si borran nuestros pecados estamos salvos. Es por eso que si queremos ser
salvos, no debemos bajar la guardia, el enemigo también lucha a diario por
hacernos caer, pero tenemos a nuestro lado alguien más poderoso, alguien que ya
ganó la batalla y nos dio un claro ejemplo y nos dejó en su palabra claras
indicaciones de cómo ganarla. Cristo solo desea que le permitamos luchar con
nosotros, Él solo desea que no soltemos su mano para nada y por nada y la
victoria está garantizada.
“Y la adoraron (a la bestia)
todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro
de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo”
(Apocalipsis 13:8). Es lamentable saber que habrá personas en éste mundo que
sus nombres nunca fueron escritos en el libro de la vida. Habrán nacido y
vivido y muerto sin jamás haber sido anotados en el cielo. Es importante estar
en todo momento en paz con Dios porque así nuestros nombres nunca serán
borrados en el día del juicio, ya que “justificados, pues, por la fe, tenemos
paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1).
Requisitos fundamentales para tener vida eterna
y por consiguiente nuestros nombres no ser borrados: Oír su palabra y creer en
Cristo (Juan 5:24). La obediencia nos la da el Espíritu Santo “porque Dios es
el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”
(Filipenses 2:13). Seamos obedientes a la palabra de Dios, a lo que Él nos
pide, en ese proceso tropezaremos y caeremos y nos llevaremos duros porrazos,
pero con la fuerza que Dios nos da, nos levantaremos y seguiremos adelante, y
diremos finalmente “he peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he
guardado la fe” (2 Timoteo 4:7). ¿Estamos dispuestos a continuar anotados en el
libro de la vida, hasta que el Señor venga? ¡Amén, así sea!
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