La gracia es un favor
inmerecido y el creyente es justificado sin ningún mérito de su parte, sin
ningún derecho que presentar ante Dios. Es justificado mediante la redención
que es en Cristo Jesús, quien está en las cortes del cielo como el sustituto y
la garantía del pecador. Pero si bien es cierto que es justificado por los
méritos de Cristo, no está en libertad de proceder injustamente. La fe obra por
el amor y purifica el alma. La fe brota, florece y da una cosecha de precioso
fruto. Donde está la fe, aparecen las buenas obras. Los enfermos son visitados,
se cuida de los pobres, no se descuida a los huérfanos ni a las viudas, se
viste a los desnudos, se alimenta a los desheredados. Cristo anduvo haciendo
bienes, y cuando los hombres se unen con él, aman a los hijos de Dios, y la
humildad y la verdad guían sus pasos. La expresión del rostro revela su
experiencia y los hombres advierten que han estado con Jesús y que han
aprendido de él. Cristo y el creyente se hacen uno, y la belleza del carácter
de Cristo se revela en los que están vitalmente relacionados con la Fuente de
poder y de amor. Cristo es el gran depositario de la rectitud que justifica y
de la gracia santificante (Mensajes selectos, tomo 1, p. 465, 466). E.G.W.
Convertirse en un obrero que persevera pacientemente en ese bien hacer que implica labores abnegadas, es una tarea gloriosa que merece las sonrisas del cielo. El trabajo fiel es más aceptable por parte de Dios que el culto más celoso y considerado más santo. Las oraciones, las exhortaciones y las charlas son frutos baratos que frecuentemente están vinculados entre sí; pero los frutos que se manifiestan mediante buenas obras, en atención de los necesitados, los huérfanos y las viudas, son frutos genuinos, y crecen naturalmente en un buen árbol. E.G.W.
La religión pura y sin mácula delante del Padre es ésta: “Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha en este mundo” (Santiago 1:27). Las buenas obras son los frutos que Cristo quiere que produzcamos; palabras amables, hechos generosos, de tierna consideración por los pobres, los necesitados, los afligidos. Cuando los corazones simpatizan con otros corazones abrumados por el desánimo y el pesar, cuando la mano se abre en favor de los necesitados, cuando se viste al desnudo, cuando se da la bienvenida al extranjero para que ocupe su lugar en la casa y en el corazón, los ángeles se acercan, y un acorde parecido resuena en los cielos. Todo acto de justicia, misericordia y benevolencia produce melodías en el cielo. E.G.W.
El Padre
desde su trono observa a los que llevan a cabo estos actos de misericordia, y
los cuenta entre sus más preciosos tesoros. “Y serán míos, dice Jehová de los
ejércitos, en aquel día cuando reúna mis joyas”. Todo acto misericordioso,
realizado en favor de los necesitados y los que sufren es considerado como si
se lo hubiera hecho a Jesús.Cuando socorréis al pobre, simpatizáis con el afligido y el oprimido, y
cultiváis la amistad del huérfano, entabláis una relación más estrecha con
Jesús (Testimonios para la iglesia, tomo 2, pp. 23, 24). E.G.W.
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